5/10/08

¡Pau, pau ró, pau ró, pau ró, pau, pau ró, pau ró, chís!


En Pau (Pó) estaba Benoit, el agente francés que nos había conseguido las tocadas en su país y con quien tuvimos un altercado a la distancia porque varios de los términos de la organización no habían quedado claros. Hasta llegar a esta ciudad del sur francés no lo habíamos conocido porque en el concierto previo que él nos organizó, en Olargues, no estuvo presente, de modo que, a pesar de que las rencillas se habían limado también a la distancia cuando el toque de Olargues terminó siendo un éxito y él se encargó de resolver los problemas de logística que aparecieron en el camino, todavía faltaba eso de topárselo de frente, en persona, y tener que tragarnos todas las blasfemias que lanzamos en su nombre ante su buen comportamiento, o tener que ya de plano soltárselas en la cara. Pero fue lo primero, porque tras esa pinta de tatuador excéntrico y hardcorero andaba un afelpado padre de familia que a punto estaba de ver nacer a su segundo hijo. Y con eso en la cabeza poco tiempo y ganas tenía para andar pensando siquiera en complicarse la vida con 10 mozuelos latinos. Así que con su experiencia siendo agente de Karamelo Santo, Panteón Rococó y Desorden Público, tuvo todo perfectamente listo para nuestra estadía en esa linda ciudad. Ahora, cuando salta la contestadora en el teléfono de Benoit, se presenta como booking agent de las bandas mencionadas y de la nuestra, así nomás, el atrevido.
Pau queda en la zona conocida como la Occitania, una región que corresponde en su mayor extensión al Mediodía francés (Midi), si bien comprende también el Valle de Arán en Cataluña (España) y algunos valles alpinos llamados Valles Occitanos del Piamonte (Italia). Ahí se habla el occitano, una lengua que está compuesta a grandes rasgos por tres grupos dialectales: gascón, occitano meridional : languedociano y provenzal, y nord-occitano : limosín, auvernense, vivaroalpino (Wikipedia dixit). Lo que sea, la cosa es que hablado suena a una mezcla relativamente fácil de distinguir entre el francés y el español. Como todo ahí, porque lo rico es el sincretismo cultural palpable a todas luces, en el vestido (se usa boina y pañuelo al cuello como en el País Vasco y saquitos a rayas como en la Bretagna francesa), en la alimentación (se come paella), y en las más expresivas y populares manifestaciones culturales, como en la música y el baile: acordeones, flautas, guitarras, mandolinas; coreografías circulares de un baile zapateado y otras que juntan a parejas de todas las edades en un vaivén bien definido de pasitos simpáticos.


Por ahí la cosa, tomándose el espacio público de la plaza frente a la alcaldía de la ciudad, con kioskos de ventas improvisados junto a las bancas e hileras de banderines coloridos colgados de extremo a extremo entre los árboles. Como una feria de pueblo, sin fritangas ni tecnocumbia ni paneles de tiro al blanco, pero con paella de 10 euros el plato, con música tradicional occitana y como distracciones más manjares, sólidos y líquidos, con un promedio calórico altamente colesteril (licencia lingüística completamente arbitraria e inventada este momento).


Decir para este punto que en el concierto nos fue excelente, una vez más –modestia a un lado-, parecería ya redundante, aunque no menos cierto. Es que al ser el último, estábamos dispuestos a dejar el alma en el piso y en el aire todo el vaho de la sudoración evaporada. Cerramos la noche más importante del festival tras un despliegue caluroso de fuegos de artificio con vaca loca incluida (digamos que una versión occitana de la nuestra, o quien sabe si es al revés), y aunque a la mañana siguiente todavía hubo conciertos, por tradición se toma a la noche del sábado como la clausura oficial.

Y ahí nosotros, en el Hestiv´oc Festival, canchereando con la maña de 14 conciertos previos y la garra puesta sobre los últimos minutos. Como un gran púgil que se sabe ganador pero que no quiere por ello quitarle perlas al espectáculo.


El gran pasaje de la noche fue la repentina, realmente repentina y para todos sorpresiva intervención espontánea de The Shadow interpretando solito, guitarra rasgada, un tema tradicional de la chanson francesa llamada La mauvaise reputation que hizo popular el cantautor George Brassans. Shadito la aprendió en una de sus clases de francés mientras cursaba la universidad, y como perdió el módulo a medio camino, alcanzó solamente a tragar las dos primeras estrofas, lo cual fue suficiente para desatar la histeria del personal congregado en Pau a la media noche de ese inolvidable 24 de agosto de 2008.


Gran cierre de la gira. Sueño cumplido con esplendor. Permítannos decirlo así, dejando los resguardos a un lado. Tenemos los pies anclados en la arena, pero las ganas de vivir el festejo sin guardarnos las palabras.
Las puertas quedaron abiertas para un regreso próximo y un reencuentro con esas almas y esas canchas que se quedaron con un poco de nosotros, y que nos permitieron guardar las tomas instantáneas de sus sonrisas. Ojalá se nos de, para el bien de todos, para el disfrute pleno de una vida que nos esforzamos por vivirla así.

Hasta pronto. Y gracias por venir.