28/8/08

Zé pequeño y la ciudad de las tribus marcadas



El siguiente tramo incluía un nuevo cruce por Francia hasta llegar a Antwerpen (Amberes), en Bélgica, para dar el primero de los conciertos en el país que más veces nos tendría que escuchar. Llegamos, una vez más, apenas a tiempo para poner a rodar una prueba de sonido y poco después soltar el concierto. El lugar era el Bar Mondial, con la “o” en lugar de la “u” por las sutilezas de esa lengua flamenca que nos resultó tan extraña y a la vez gustosa por aquello de la primera fuerte impresión, como el haber entrado a la ciudad a través del barrio judío y ver a las huestes ortodoxas con sus trajes oscuros, sus sombreros de paño cubiertos con fundas de basura para que no los estropeara la garúa, montadas en una bicicleta de volante como cuernos de antílope, dejando ondear en el viento los rulos que se les prolongan desde las patillas.


(El exterior del Bar Mondial y al fondo la Catedral de Antwerpen con su reloj que retumba cada hora)
Luego, el siguiente encontrón expectante sería el que tendríamos con Zjef, el agente con el que tomamos contacto a través de myspace.com, y el que aceptó trabajar con nosotros consiguiéndonos tocadas después de haber oído el último disco y haber chequeado unos cuantos videos en youtube. El tipo se arriesgó, es un veterano de las arenas del espectáculo que andaba retirado del bussiness pero que empezaba a embarcarse de regreso y se le ocurrió hacerlo con nosotros, ubicándonos en seis conciertos entre festivales grandes y restaurantes para la tercera edad. Nosotros también nos arriesgamos porque no lo conocíamos y le confiamos una mini gira dentro de la completa, pero su oportuna y directa comunicación y la concisa descripción del panorama de la música en su país nos invitaba a querer juntar nuestros planes con su experiencia. Así que para eso fuimos a Amberes la tarde del 8 de agosto, para dar el primer concierto y conocer a Zjef (su nombre se pronuncia Jeff, pero nosotros le llamábamos Zé, y como hablaba portugués quedó de Zé pequeño). Él estaba ahí, afuera del bar Mundial, en pleno centro de la ciudad, esperándonos con una sonrisa de contento desesperado porque llegábamos con las justas. Tras los estrechones de manos de rigor montamos el escenario con una diligencia que a nosotros mismos nos sorprendió por su eficiencia.


Luego de la prueba de sonido y de las primeras cervezas belgas, apenas traspasamos una puerta ubicada en el baño de varones del lugar y nos encontramos en lo que sería el comedor de la casa que nos acogió. Junto a él, la ducha, y encima de todo, dos cuartos llenos de literas limpias para nuestra estancia.


La sabia y práctica acomodación de un dueño que ofrece todos los servicios de hospitalidad en su misma casa: la comida, la cama, la cerveza y la invitación para un pronto regreso si el espectáculo termina siendo de su agrado. Como pasó con nosotros. Porque el dueño y las pocas personas que acudieron a vernos se enfiestaron a la misma temperatura de una convocatoria masiva. Eso se nota desde arriba y te lo comentan quienes al final se acercan a comprarte un disco, una camiseta, a invitarte una cerveza o a tratar de perfilar un affair, como ocurrió con el Coqueto Vélez, el de la sonrisa reluciente y la mirada árabe, el que aplicó el primer quiebre romántico de la gira cuando esa noche, tras el concierto, conoció a la pelirroja Lynn y bajo la lluvia madruguera la besó en medio de la plaza del Big Market. Luna turbia, chubasco constante, las estatuas sudando de frío y el reloj de la catedral que anunciaba las 3. Ambos en el centro, con las calzadas reflejando ardor en su contorno, y él que da el primer paso y marca territorio.
Con el nightshot de la cámara con la que fue registrado el momento, la escena luce majestuosa. Véala en el DVD venidero.


(El público y, a la izquierda, Zé Pequeño con su compañera Cris, de ahí en adelante, la pareja que se ocuparía de nuestras presentaciones en Bélgica)


Entonces, nos fue muy bien. Juntamos entre la poca gente a skinheads antifascistas, a chicas góticas de Los Ángeles, a veteranos rockeros de la ciudad, a un brother ambateño, músico de distorsión, ex miembro del grupaso Mortero -Nacho se le dice con cariño y agradecimiento- y a un músico/showman/narrador de su ciudad, Gregor “Terror” se hace llamar, es miembro de la Antwerpen Gipsy Ska Orchestra y fue a vernos al Bar Mondial porque le interesan las expresiones culturales más variadas que, según él, solo se muestran en ese lugar, porque su ciudad –dice- es como una oficina modular dividida notoriamente entre las diferentes etnias que la ocupan, y los antros de la cultura son guetos a donde no tiene acceso nadie que no sea de la movida: hay lo hip hop, lo electrónico, lo gipsy ska, lo punk y lo punk fascista, y zapatero a tus zapatos, no te cruces de barrio ni te metas en el bar que no te corresponde porque ¡boom¡, el riesgo puede ser grande. Los movimientos xenófobos abundad y actúan con violencia y periodicidad: como que la diferencia es causa de molestia. Y Gregor sabe de la cosa, la contextualiza a manera de fenómeno urbano y la relaciona con un sistema político casi incomprensible, donde no se sabe cuál de los cinco gobiernos es el que se debería considerarse belga. Y tiene que ver con las distintas regiones de un mismo país, las diferentes lenguas que se hablan y algunas intenciones autonomistas que se impulsan. Eso nos lo contó con su inglés sabrosón, su gesticulación rapera y su sombrerito de Don Ramón. También nos felicitó y nos confesó que nuestra energía supera a la de su banda (y dijo que eso era difícil porque él y sus colegas eran considerados los bravos del género), y nos recomendó seguir trabajando con Sevj porque sabe que tiene buenos contactos e intenciones sinceras, así que confirmamos la apuesta por el ahora gran amigo belga que, al parecer, seguirá fichando conciertos para que esta banda chimba vuelva a armar maletas los años siguientes. Esperemos que así sea.


(El Palacio donde los distintos representantes de los gobiernos del país se juntan a cuadrar políticas, en la plaza del Big Market, ahí donde El Coqueto encendió motores por primera vez).

Pd: se recomienda visitar la zona roja de Antwerpen, estética y maldad a lo Ámsterdam, pero con la cierta benevolencia de una ciudad más pequeña y la familiaridad suficiente para que las guías del paseo sean dos chicas de 20 años.

3 comentarios:

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Unknown dijo...

Jajajaja, gracias por nombrarme zucko ;)
Espero que todos están bien allá en ecuador ya! Y espero que se han divertido mucho en Europa y con nosotras.. pasando por la zona roja jaja
Cuidate, un beso grande,
La colorada

Anónimo dijo...

Quieta Colorada, el Mono ya tiene quien lo entretenga por estas tierras